jueves, 28 de diciembre de 2006

Atardecer

Ésta es una foto que saqué ayer en Monte, en la laguna, al atardecer.



Fotos de Monte

De visita en el pueblo de mi amiga Sabrina, hemos sacado algunas fotos. He aquí un álbum para que las vean.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Una vieja historia (segunda parte)

Aca va la segunda parte de la historia, escrita el 27-7-00


“Caminos que nuca se tocan/ y otros se cruzan al azar/Sublime el sueño que me dejó/ en el lugar justo donde estoy”


Un día más en el colegio, eso me parecía cuando esa mañana de Octubre atravesé la puerta de segundo año. Ahí estaban mis amigas de siempre, las que aún lo son. Otro día comenzaba.
Era un viernes y ese día teníamos dibujo. La profesora siempre fue un poco rayada, pero no obstante buena mina. Me acuerdo como si fuera ayer, aunque ya pasaron casi tres años de aquel día. La consigna del trabajo era dibujar una parte del cuerpo y lo que esa parte estuviese sintiendo en aquel momento. Pusimos manos a la obra y a mí se me ocurrió dibujar mi cerebro. Mi razonamiento había sido que si yo elegía mi cabeza podría dibujar lo que yo quisiera, porque justamente eso era lo que estaba pasando por mi marote en ese momento.
Para ese entonces ya había descubierto a la que después sería una de las personas más importantes en mi vida: León Gieco. Sólo verlo una vez en vivo bastó para que me cautivara para siempre. Me acuerdo como si fuera ayer la primera vez que lo escuché. Estaba pelando papas en la casa de mi hermano, y de su equipo de música surgió “Mensajes del alma”, cuando terminó el disco fui y lo puse de nuevo; así empezó todo.
Y lo que se me pasó por la cabeza ese día no fue otra cosa que su guitarra, la famosa Takamine fileteada que siempre desearé poder tener en mis manos algún día, aunque sea un ratito. Ese día es recordado por mis amigas y por mí como el “día psicodélico” por el simple hecho de que ese día tuvimos una discusión a cerca del significado de esa palabra.
Tanto me esmeré en hacer el dibujo que no perdí detalle. Logré un trabajo bastante digno.
Así fue que surgió de mí la necesidad de mandarle el dibujo de la guitarra a la persona que más lo merecía, la que me había impulsado a hacerlo. Entonces empecé a rastrear la dirección de León Gieco, la busqué en la guía. Fue muy grande mi sorpresa cuando descubrí que León tenía un estudio a apenas unas cuadras de mi casa. Allí fue donde yo dejé el dibujo acompañado de una carta bastante extensa. Me salió del corazón todo lo que le escribí en ese papel. Con algo de esperanza, pero realmente no mucha, le dejé en ese papel mi teléfono y mi dirección. No tenía nada que perder...
Al día siguiente al que le dejé la carta lo ví en un recital, no podía evitar pensar si él había leído mi carta o no. “No me va a llamar” decía yo. ¿Para decirme qué?
El viernes 5 de diciembre de ese año (1997) mis viejos viajaron a las cataratas del Iguazú. Quedé como responsable de mis hermanos menores y, a pedido de mi mamá, esa tarde decidí llevarlos al Parque Rivadavia. Viejo y querido parque, el lugar de encuentro de todos los que lo frecuentamos, es cómo mi segundo hogar.
Así fue como esa tarde, de mucho sol y calor, pasamos por el estudio, sólo porque queda cercano al parque. Me acuerdo del ruido de la puerta que se cerraba y luego de la figura vestida de negro, de su pelo rubio, que giraba el manojo de llaves. ¡Sentí pánico! Atiné a salir corriendo para el lado contrario. Pero el grito oportuno de mi hermano me paralizó “¡Giecoooo!” gritó Marcelo, y ya no pude seguir... En apenas unos segundos me vi saludando a León, tenía una taquicardia imparable que me duró mucho tiempo después. León lo conocía a mi cuñado entonces yo me presenté como la cuñada de Martín. León se quedó mirándome y con un gesto de exclamación dijo mi nombre “¡Victoria!”. Yo no podía creerlo. Ahí fue cuando me dio un beso en la mejilla. Es totalmente inolvidable el sentir su barba en mi cara. Pero eso no fue lo más loco de este encuentro, lo mas loco fue que él hacía media hora me había llamado a mi casa para agradecerme la carta, pero yo no estaba ¡Estaba en el parque! Por eso era que sabía mi nombre, hacía media hora había hablado con mi cuñado Martín que tuvo la suerte de atender el teléfono esa tarde.
Fue buenísimo llegar a casa, porque si bien ellos tenían una noticia genial, y al mismo tiempo curiosa para darme (nadie sabía que yo le había enviado una carta a León) yo tenía una noticia mejor. Fue como jugar al cazador cazado. Porque cuando mi hermano me dio la noticia “¡Te llamó un tal León Gieco!” yo me dí el gusto de responderle “Si, ya sé, me lo dijo él”.
Creo que León nunca se olvidó de la particular forma en la que nos conocimos.
Ya en enero de 1998, tuve la suerte de volver a verlo. Él estaba en las vísperas de su gira de verano “Orozco con Sol” y yo justo viajaba a Villa Gesell por esos días. Le pregunté si iba a tocar en esa ciudad y ante su respuesta positiva le prometí que lo iría a ver “Nos vemos en Gesell” me dijo.
Y ahí estuve, en la primera fila, cumpliendo mi promesa, disfrutando mi promesa. Desde el momento en que lo conocí a León personalmente me dí cuenta que era un gran tipo. Creo que con eso me conquistó.
Por esos días también, me acuerdo de haberme escapado de la mesa en la que estábamos cenado, aún en Gesell, sólo para poder ver su actuación en el festival de Cosquín. Prendí el televisor y ahí estaba, cantando. Pero no estaba solo, estaba acompañado de un chico, yo no tenía idea de quien era, pero realmente cantaba bien. quien iba a imaginar que ese chico, llamado Abel, terminaría siendo uno de mis mejores amigos, pero eso es una historia a contar más adelante...
Mi relación con León siguió viento en popa durante todo el año ´98. Tuvimos varios encuentros por las calles de Caballito. Siempre me trató como si él y yo fuésemos dos personas de esas que se conocen de toda la vida, nunca tuvo aires de superioridad para conmigo, y eso siempre me pareció admirable. De todos estos encuentros hubo dos muy destacables. El primero fue un sábado de Agosto. Nos habíamos reunido con mis amigas y andábamos por ahí . yo sabía que esa noche daba un recital, pero no tenía la menor idea de donde era. Lo primero que le pregunté ese día fue en donde tocaba. Pero él solo sabía que era en Haedo, a unas cuadras de la estación. Yo le dije que no iba a poder ir. Pero él me obligó a que no le ponga excusas y a que le diga lo contrario. Esa noche me mandó a hablar con su manager Gustavo Taranto para entrar gratis. Pero el manager no estaba enterado de nada. igual obro de buena fé y pudimos ver el recital al que habíamos sido invitados (casi obligados) a ir.
El otro encuentro fue en octubre. León estaba muy contento porque el día anterior había tocado con La Bersuit y con Arbol en el festival de Surco recods. Parecía un chico, se lo veía emocionado, a él siempre le gustó que las bandas de rock lo tengan como referente. Y creo que realmente se lo merece, porque siempre está haciendo cosas nuevas y promoviendo la cultura, no solo desde el rock; si no que lo hace desde toda la música popular argentina.
A fines de este año, mas precisamente el 20 de noviembre tuve el gusto de conocer personalmente a Abel Pintos. A partir de esa noche comenzó una amistad que fue creciendo día a día.
El año 1999 fue un año lleno de presentaciones de León junto a Abel. Abel presentaba su flamante nuevo disco “Todos los días un poco” y León su hermoso repertorio. El 20 de junio dieron un recital en la Plaza de mayo por el día de la bandera. A esta altura fue que León empezó a hacer gestos de asentimiento cuando me encontraba entre el público. Realmente no puedo evitar que eso me haga sentir un poco especial, aunque en realidad no sé si lo merezco.
Cuando en agosto Abel presentó su disco en radio nacional, yo presentí que esa era otra oportunidad para verlo a León. Y así fue, yo tenía que darle un sobre que mi hermano me había dado para él. Me acuerdo que cuando llegó entró muy rápido porque había mucha gente afuera de la radio. Solo se detuvo para darme un beso a mí, acompañado de una leve palmada cariñosa en el hombro. Luego de que León cantara junto con Abel pude hablar un poco con él y hasta nos sacamos una foto. Ya empezábamos a tenernos confianza.
Por estos días fue que comenzó a verse la propaganda de teléfonos celulares de Unifón por la televisión. Esa propaganda era muy particular porque estaba musicalizada con nada más y nada menos que “El país de la libertad”. Sonaba la primera estrofa de la canción y luego venía el eslogan “Sentite libre con unifón”. Realmente no me gustó para nada la propaganda. Había algo en el fondo de mi alma que no cerraba ¿Cómo León había aceptado eso? Ni siquiera coincidía con su imagen. Me acuerdo de una conversación telefónica que tuve por esos días con Abel. Él me decía que no era para tanto, que en definitiva León sólo aparecía en la propaganda indirectamente, pero yo seguía sin entenderlo. Hasta que una mañana mi hermana me trajo un diario de Santa Fé en el que había salido una nota a León.
Lo llevé al colegio, era la hora de economía, materia que nunca supo interesarme demasiado. Lo abrí. Así fue como comencé con la lectura... Entonces entendí todo, Gieco había donado toda la plata que le daban por ceder su canción al hospital Garraham. No pude dejar de soltar unas lágrimas. Por fín se había aclarado todo, yo sabía que él no me podía defraudar; y nunca lo hizo.
Esa misma tarde le escribí una carta, le conté todo lo que sentía en ese momento, le dije que no me había gustado la propaganda de Unifón porque “Yo no creo que una persona sea libre por usar un celular”. Pero que el solo hecho de salvar a muchos pibes lo justificaba todo. Le dije que era muy feliz porque lo había elegido a él como mi referente y que nunca iba a dudar de él porque siempre iba a confiar en su persona.
Y resultó que esa carta le gustó a León, le quedó en su cabeza. Pero yo no supe de eso hasta octubre.
Por ahora estamos en septiembre, nos fuimos a La Plata a verlos a León y a Abel, fue muy gracioso. Ese día me dí el enorme gusto de poder cantar a duo con Gieco, aunque yo estuviese abajo del escenario y él arriba. Fue el último de los Orozco: Pololo. León se paró justo frente a mí, que estaba en primera fila, se inclinó para estar un poco más cerca y cantó. Yo lo seguía a él y él me seguí a mí, logramos no equivocarnos.
Cuando en octubre le hicieron un reportaje en el diario Clarín junto a Victor Heredia. El periodista le preguntó a León cómo había reaccionado su público joven frente a la propaganda de Unifón. Y esto es lo que León respondió: “inmediatamente empecé a recibir cartas. La primera que abrí decía: ´explicame si vos creés que la libertad se consigue con un celular´” Cuando leí eso en el diario no lo podía creer. Mi frase estaba ahí impresa, no eran exactamente las mismas palabras, pero era lo que yo le había dicho a él. No lo quise creer, pensé que era la carta de otro, alguien que pensaba muy parecido a mí. Pero un tiempo después comprobé que no era así; esas eran mis palabras.
Llegó el mes de noviembre, se acercaba la fecha para los grandes recitales en el Opera junto a Victor Heredia. Yo ya tenía mi entrada sacada para el 20. Había elegido ese día porque era el cumpleaños de León, y yo también quería compartir la alegría, quería estar con él. Fuimos con Luciana, mi amiga del alma, la que vió crecer toda esta locura por León y que ahora me acompaña con el mismo sentimiento.
Lo que me quedó en la cabeza fue el gran espectáculo montado, los juegos de luces, y la unión de ambas bandas que ayudaban a embellecer aún más cada canción con sus arreglos. También me acuerdo de Abel (estuvo de invitado) buscándonos desde el escenario por la platea sin saber que nosotras estábamos en la parte de arriba...
Lo anecdótico de todo esto fue un recital de estos ocho que hicieron en el cual yo no estuve presente ( por razones monetarias se hizo imposible poder ir a todos).
Unos días después del recital del 20 de noviembre lo encontramos a León. Yo le comenté que junto con Abel nos habíamos sacado una foto en la puerta del teatro y le prometí una copia.
En la siguiente función, fuimos con Luciana a la puerta del teatro, pero solo a la puerta. Yo llevaba en la mano la foto prometida, lo esperamos a Abel, pero como llegó más tarde le dimos la foto a un plomo.
Lo que voy a contar a continuación yo no lo supe hasta mayo de este año, cuando en una trasnochada en Bahía Blanca Abel me lo contó: Esa noche, en la función que dio León, antes de comenzar la canción “El país de la libertad” él contó que una admiradora le había escrito una carta en la cual decía que ella no creía que una persona fuese libre por usar un celular, él estaba de acuerdo con ella, pero que él lo había hecho para ayudar a muchos chicos enfermos y por eso se justificaba. Abel y León pensaban que yo estaba ahí escuchando. Claro, yo le había mandado la foto pero no había entrado al teatro, cuando me enteré de esto me quise morir, por un lado, pero por otro no podía creer que un montón de gente hubiese estado escuchando mis palabras por medio de la persona que yo más admiro en el mundo: León.
A principios de diciembre, exactamente dos años después de mi primer encuentro con León. Fuimos con Luciana y con mi hermana a verlo a causa común. Estaba invitado junto a Heredia y a Abel Pintos. Nosotras nos mandamos de puro caraduras, pensábamos engancharlo a Abel en la entrada para poder entrar. Pero nos aseguramos nuestra presencia pagando otro precio. Presenciamos un programa antes, porque a ese no iba nadie, a cambio de poder ir al otro después. Así fue que entramos al estudio un poquito tarde, León ya estaba ahí siendo entrevistado. En la primer pausa lo saludé desde lejos, ya éramos como viejos conocidos. El programa siguió su rumbo y pronto la conductora le preguntó a Gieco que opinaba la gente de su comercial. León a esta pregunta respondió: “En general la gente reaccionó bien, pero también recibí algunas cartas que decían lo contrario, incluso de gente acá presente”. Mientras él decía esto me miraba a mí con cara de complicidad. A esto agregó “Recibí una carta muy linda en la cual decía ´yo no creo que la libertad sea tener un Unifón´” Entonces la conductora le dijo “Pero supongo que cuando supo lo de la donación habrá cambiado de parecer” a lo que él respondió “Sí, ahora estoy esperando la otra carta” y volvió a haber un gesto de complicidad entre nosotros. Yo no sabía en donde meterme, quería que me tragara la tierra. Fue ahí cuando supe que la carta esa era mía (recordemos que yo no sabía lo pasado en el teatro Opera). Fue una emoción realmente grande. Lo esperamos a la salida del estudio de canal 13. Cuando salió le dije que hacíamos las pases, todo terminó con un gran abrazo y un beso y no volvimos a tocar el tema.
Lo fui a ver a la siguiente función en el Opera, desde esa vez y para siempre la canción del comercial se volvió mucho más especial, aunque ya de por sí lo era, porque todas las canciones de León son especiales.
El 30 de diciembre bajaron la carpa blanca del congreso, luego de muchos meses de protesta. Para cerrar la ceremonia estuvo Gieco ahí cantando. Yo ya tenía otro compromiso y no pude ir. Pero ese día fue Valeria, una amiga que conocí en los recitales. Ante mi ausencia León me mandó saludos, era raro que yo no estuviese.
Llegó el cambio de año, el tan esperado 2000, el miedo por el fin del mundo se disipó pronto cuando pasaron las doce y todo seguía igual. En enero se presentó el espectáculo de Gieco y Heredia en River. Luego León tocó en otros lados de la argentina, siempre con el marco de “Argentina en vivo”. Promovido por el gobierno nacional. Cantó en Chaco. Pero lo más increíble fue poder verlo tocar en la Base Marambio, en la Antártida, se estaba cumpliendo otro sueño del propio León, y verlo feliz a él significaba mi propia felicidad.
A fines de este mes tuve la oportunidad de verlo en la feria del libro, en la presentación de un libro de Leda Valladares. Primero me saludó por medio de un hueco que había entre el escenario y el improvisado camarín. Dí la vuelta y estaba en la parte de atrás. Cuando me acerqué a saludarlo me preguntó si yo conocía a su mujer, Alicia. Yo le dije que sí , entonces me pidió que fuera a buscarla, me indicó en que parte de la platea estaba y me pidió que por favor el avise que se acercara a él porque se tenían que ir rápido. Ahí nomás empecé a esquivar a la gente para poder llegar a cumplir con mi extraña misión. Alicia no debe haber entendido mucho, pero lo hice muy bien.
Ese hecho fue bastante relevante para mí porque me di cuenta que León me tiene más confianza de la que yo me imaginaba.
Unos días después pasé por su estudio porque yo le había dicho que tenía algo para darle. Cómo no me atendió nadie resolví dejarle el regalo (un cuadro con un dibujo de él) pasándolo por debajo de la puerta junto con una notita. Justo ese día me iba de viaje, y no podía hacer más. Cuando volví le escribí una carta, fue un día que estaba muy mal y le conté de un problema que me estaba pasando en ese momento.
Dos semanas después Luciana lo encontró a León en la calle. Le dijo que era amiga mía y le preguntó por el cuadro. León le dijo que era muy lindo y le preguntó si yo había escrito una carta después. Entonces León empezó a hablarle de mí, a darle consejos para mí, se había quedado preocupado. Le dijo que me dijera que no me hiciera problema, que lo que yo tenía eran problemas de la edad, que si hija Joana había pasado por lo mismo y que iba a estar bien. Realmente eso me hizo muy bien, pensé mucho en lo que me había mandado a decir, e hizo que cambiara mi manera de ver las cosas, tanto que pronto sentí la diferencia: ya me sentía mejor.
Es hermoso, me encanta cuando me encuentra entre el público y me hace su gesto de asentimiento o me señala. Me encanta el cariño que me da a mí y a toda la gente. Sólo me queda decirle gracias...

viernes, 8 de diciembre de 2006

Arbolito

Con Fermín y Manuel hoy armamos el arbolito. Acá una foto de los niños con nuestra obra maestra.

jueves, 7 de diciembre de 2006

Una vieja historia (primera parte)

El asunto es así. Una vez, escribí ésto, para mi, para recordarlo. Una vez se lo mostré a León, que fue el partícipe e inspirador de todo ésto, y fué él quien me dijo que tenía que publicarlo de algún modo. Así fue que fue a parar a una página de internet, página que no sé por qué, pero hace poco dejó de funcionar. Como considero que debo hacerle honores al tipo que me impulso a escribir, y a publicar todo ésto, es que quiero que siga estando presente en algún lugar de la web, por eso, y por toda la gente que habiéndolo leido a encontrado algún tipo de satisfacción, y por todos los amigos que ésto me trajo aparejados. Por todo ésto es que quiero que al menos en un recóndito lugarcito de la web, pretendo que este texto siga vivo. Va a ir por partes, así como fue escrito. Día a día iré agregando más! Espero les guste!!


Introducción:

Así comenzó todo…

En febrero de 1997 fue que lo descubrí. Nos habíamos ido a pasar unos días a Olivera, el pueblo en el que viven mis dos hermanos mayores hace ya varios años. Yo estaba pelando papas en la cocina, y a mi hermano Esteban no se le ocurrió mejor idea que poner un poco de música. Así fue que empezó a sonar el disco “Mensajes del alma”, recuerdo que le pregunté quién era el que cantaba: León Gieco. Lo escuché con atención, me gustó tanto que cuando terminó de sonar fui y lo puse de nuevo. Así empezó todo.
Pero, aunque “Mensajes del alma” sonaba seguido en mi casa, no fue sino hasta julio de ese año que comenzó esta obsesión por León. Había salido una publicidad en el diario página 12, en la que se invitaba a los lectores a los recitales que se llevarían a cabo en el teatro Cervantes. Mis hermanos fueron a buscar entradas, y fue ahí que lo ví por primera vez…Era la presentación de su disco “Orozco”, al cual primero le dedicó un rato en el que contó cómo eran las canciones que lo componían. Luego comenzó la verdadera fiesta. El show duró mas de dos horas, fue magnífico. Muchos de los clásicos de León los conocí esa noche, porque hasta ese entonces los únicos temas que yo conocía eran los que figuran en “Mensajes del alma”. Han pasado muchos recitales desde entonces, pero ese será para mí el mejor que presencié en mi vida. Desde esa noche no pude dejar de escucharlo.
En Octubre se hace un gran recital en la cancha de Ferro, por los 20 años de las Madres de Plaza de Mayo. Sufrí mucho por no poder ir, pero era muy chica para ir sola. En ese momento no comprendí a mi viejo cuando me dio su “No” rotundo; pensé en la maldad que me estaba haciendo, pero hoy sé que fue por mi bien, no porque haya pasado algo malo, sino simplemente porque entendí que si lo hacía era porque había una razón para que no me dejara ir.
Mis amigas me habían regalado el Cd de “Orozco” para mi cumpleaños. Fue por los días cercanos al recital de las Madres que mi cuñado, que trabajaba con “La Renga”, lo llevó a donde ensayaba la banda una tarde que Gieco iba de visita, y fue así que me autografió el librito del disco. Me acuerdo que cuando lo vi todo garabateado no lo pude creer, fue un gran momento de felicidad, uno de los tantos grandes momentos que me daría el destino junto a León…

Aquella era analógica

Buscando otra cosa en cds de backup, encontré esta foto sacada con mi camarita Cannon hace unos años atrás, cuando todavía uno iba, y se compraba un rollo de fotos, y tenia que escamotear porque en cualquier momento se quedaba sin. Loas a mi Cannon, que tantas satisfacciones me ha dado! Salió lejos, pero la foto ta buena...