-Sabés hace cuánto que no salgo de Caballito yo?-
Hace poco descubrí su origen. Origen. Una de esas palabras
que se me vinieron a la mente al pensarlo.
“Droguería de la estrella”, reza una
pequeña leyenda, y la semana pasada descubrí que aún existe, ahora con el
nombre de “Farmacia de la estrella”, que es una de las más antiguas de la
ciudad, y que está en pleno centro, a metros de la plaza de mayo.
Decidimos pasear un poco por San Telmo. Sábado, nueve de la
mañana. Algunos turistas que se levantan temprano para aprovechar el día, y yo,
mezclados con todas esas actividades que se hacen en horarios en que en la
calle no hay nadie… La calle Defensa vacía de gente, de manteros, de vendedores…
Solamente algún camión de carga y descarga, los barrenderos…
Y en el mercado?
Algún otro loco que se levantó temprano y se toma un café solo. Los anticuarios
aún cerrados y el mercado vacío nos
develan el alma de las cosas, del mercado, donde la vida comienza por los
puestos de frutas y verduras, las carnicerías, los pequeños cafés, negocios
reales del mercado, antes que los puestos
para el turismo invadan todo.
-Yo nací acá- Me dice el barómetro cuando llegamos a la
puerta de “La estrella”. Lástima que la encontramos cerrada. Pero al menos
pudimos caminar juntos su barrio de origen, y mientras, él me contó su historia:
-Nací acá. Pero viví toda mi vida en el barrio de Caballito.
Seguro tu papá te contó. Yo vivía en un palacio. Palacio
Carú se llamaba. Cuando todo el barrio aún era campo, y los palacetes estaban
en las “afueras” de la ciudad. Todo de mármol era el palacio. Y hacía un frio!!
No te imaginás!! El mercurio de mi termómetro siempre estaba por el
suelo!! Tu tía Dora vivió un tiempo ahí,
cuando tuvo que venirse del pueblo a estudiar al internado. Los fines de semana
los pasaba conmigo, en el palacio. Y tu papá venía también cada tanto de visita
a ver a sus tíos. Todavía lo recuerdo. Un chiquito inquieto, menudo, alegre,
siempre curioso… Si hasta se fabricaba su propia pólvora… No me extraña que
después se haya convertido en químico…
Y al final me mudé con él cuando tiraron abajo el palacio.
Ahora ahí hay un edificio, de esos cuadrados y feos. Viste cómo hacen las cosas
hoy, ya no son como antes. Como yo… Todo lleno de curvas y firuletes.
Llevo más de 40 años viviendo en la calle Bertres. Testigo
de todo. Te vi crecer a vos, a tus hermanos, y ahora a tus sobrinos. Los vi
comer fideos innumerable cantidad de veces, y los vi llorar de risa, y de
tristeza. Debo reconocer que me divierto bastante viéndolos pasar. Ese espíritu
de casa abierta a quien la quiera visitar hace de mi hogar algo muy especial. Y
el desfile de personajes nunca termina. Ahora
veo crecer a los nietos. Siempre hay alguno que pasa, que se queda a
dormir-
Ambos nos quedamos un instante callados, hasta que yo
entonces le digo:
-Vos lo extrañás? Yo sí, mucho…
-No sabés cómo- Me dice
–La casa está triste sin él, aunque a veces me parece percibirlo,
siento sus pasos pausados crujiendo en el piso de madera. Seguramente nos
estará cuidando. Después de todo, nosotros, todo lo que esta casa encierra,
somos él, no te olvides de eso-
Se me caen unas lágrimas mientras lo pienso.
Seguimos camino rumbo a la plaza de mayo. Subte A. Nos
volvemos ambos para Caballito, de donde somos…