lunes, 9 de julio de 2018

Agua


¿Por qué será que el agua en movimiento contínuo se me convierte en una obsesión? En cualquiera de sus formas, me doy cuenta que podría detenerme a mirarla horas... Las cataratas y cascadas en su caída libre, las olas del mar y su vaivén... ¿O son las del Río de la plata? Furiosas o tranquilas, según el viento... El fluir eterno de un arroyo, su arrullo, su paz... Las nubes que se mueven en el cielo, sus formas... Siento que tienen algo que decir... Y yo, simple mortal, que intento captar el momento... Si elijo una exposición larga, el agua sale así, moviéndose. Pero igual siento que la estoy atrapando, que ahora queda prisionera de ese momento. ¿Dónde estará, ahora, todo ese este agua que en algún momento congelé en mi imagen? ¿Cuántas veces habrá sido río? ¿Habrá llegado al mar? ¿Cuántas veces habrá sido nube y luego lluvia? ¿Cuántos ríos distintos habrá sido antes de ser Iguazú? ¿Y después?
Qué poder maravilloso el del agua, qué elemento más maleable y hermoso, cuánta libertad... Ojalá yo pudiera fluir así, ser cascada, llegar al mar, volverme ola, nube, lluvia y río sucesivamente...
¿Acaso la vida no se trata un poco de eso? Fluir, transformarse, ser absolutamente libre, aunque cada tanto pase alguien con una cámara de fotos y nos capture tan solo por un momento.
Creo que encontré el propósito en esta vida: ser como el agua. Y sepan que cada foto mía no es más que una captura de un momento de mí, porque esa ya no soy yo.