jueves, 10 de enero de 2008

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en ésto: Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a tí te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar. De "Manual de instrucciones".

En algún momento de mi vida leí algo con un concepto parecido en palabras de Galeano... Buscaré a ver si lo encuentro... Más allá de las épocas, y de que los relojes ya no sean a cuerda... Igual es aplicable a las cosas, casi casi que podría decirse a los teléfonos celulares... El día que sucumbí y me encontré teniendo uno de esos teléfonos, me prometí a mi misma; y los que me conocen bien no me dejarán mentir, que el teléfono no me volvería su esclava, pidiéndome que lo cargue, que lo pague, que lo atienda y esté pendiente de él... Todavía cumplo... Yo no estoy al servicio de las cosas... Solamente de mis gatas, Leo, Gorda y Lala, ellas sí, ya se proclamaron mis dueñas.

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